Si en un cuerpo parlamentario uno de sus bloques es la primera minoría, la conclusión obvia es… ¡que no hay mayoría!
A medida que se acerca la fecha en que se incorporarán los diputados y senadores electos en las últimas elecciones, que se acerca el momento en el cual el oficialismo no contará con la mayoría en la Cámara de Diputados, los chisporroteos sobre los espacios a ocupar se van a llevar la mayor parte de los titulares.
A partir del 10 de diciembre, para cada votación y decisión habrá que barajar y dar de nuevo. Salvo que se consolide una situación en la que varios grupos de diputados se comprometan a votar juntos en todo tipo de circunstancia, a lo que se llama… ¡sí! ¡mayoría!
Las informaciones que se están publicando dan cuenta, como no puede ser de otra manera, de las posiciones de máxima que plantean los bloques: el no oficialismo dice que debe ocupar la Presidencia, la Vicepresidencia 1ª de la Cámara y las presidencias de las comisiones, lo que podrá hacerse realidad sí y sólo sí lograran todos los diputados opositores ponerse de acuerdo. Además, deberían desconocer la costumbre según la cual la Presidencia del cuerpo le corresponde al sector con más diputados. Por otro lado, esta aspiración también supone que el oficialismo no dialoga ni intenta acercar posiciones con ningún otro bloque, algo poco imaginable.
Aunque la práctica indica que la adjudicación de todos los espacios de poder de las cámaras es en base a conversaciones previas, se debe recordar que todos y cada uno de ellos se deciden por votación; y como se dialogó previamente, casi todas de estas votaciones son unánimes. Posiblemente, en los meses subsiguientes al 10 de diciembre asistiremos a un espectáculo inédito en el sentido de que las presidencias y vicepresidencias de las comisiones (o algunas de ellas) surgirán de votaciones divididas. Si este fuera el caso, entonces sabremos que nadie, repito y subrayo, nadie está dispuesto al diálogo. Es decir, no habría diálogo entre los sectores más numerosos, pese a las declamaciones. Y todo se limitaría a un juego de seducción de uno y de otro lado sobre aquellos bloques minoritarios que no necesariamente tienen una posición tomada de antemano.
Preguntita al margen para periodistas: si el Presidente de un sector político le dice a otro “si tu bloque vota positivamente el asunto X, mi bloque va a votar favorablemente el asunto Z”, ¿cómo lo van a llamar? ¿Diálogo o toma y daca? ¿Conversación o cooptación? Van a tener que decidirse, porque es una situación que se va a repetir. Y espero que midan todas con la misma vara…
5 comentarios:
Doctor, mayoría según el diccionario es el mayor número y no necesariamente más de la mitad, que es la mayoría absoluta. Así, el oficialismo sigue teniendo mayoría, es decir mayor número de legisladores, aunque por cierto no absoluta. Vale la aclaración en relación a las Comisiones puesto que en caso de más de un despacho se considera de la mayoría aquel que tiene más firmas y no necesariamente aquel que tiene la firma de más de la mitad de los miembros presentes.
Esas disputas por los lugares van a estar divertidas! Lo mejor q le pasa a este gobierno es q la oposición está mirando tanto a 2011 y tiene intereses tan distintos q lograr acciones colectivas es muuuuy dificil.
besos
Gracias por la aclaración, Licenciado. Lo que ocurre es que hay quienes se ilusionan con que "la oposición" va a contar con la mayoría absoluta. Mezclan la manda reglamentaria en cuanto a reproducir la composición política en las comisiones con sus reales posibilidades de imponer decisiones (¿no es justamente la imposición lo que criticaban?).
Gracias también a la Princesa. Lamentablemente, la disputa va a ser cualquier cosa menos divertida, en especial el bombardeo mediático sobre la futura intransigencia del oficialismo (y sólo la de ellos, no sé si me entiende...).
Doctor, a mi no deja de llamarme la atención el nivel de escrutinio congresional que se verifica últimamente. Me refiero a esto de andar contando firmas en las comisiones, por ejemplo una senadora santafecina que se convierte en traidora irrecuperable por firmar en disidencia un despacho, o un senador jujeño cuya firma es decisiva para preservar la libertad de prensa, por no decir un vicepresidente de la República cuyo voto no positivo al oficialismo ya prácticamente se descarta siendo motivo de variadas especulaciones matemáticas, y el resto de estas micro-decisiones legislativas que hace unos años -al menos que yo recuerde- pasaban mayormente desapercibidas y que no merecían estos ríos de tinta.
Eso que dice, Licenciado, me ha recordar al fanatismo del converso: por años ignoraron al Congreso, y ahora se dan cuenta de que cierta importancia tiene. Pero también parece haber como una retroalimentación perversa en las "agendas" de medios/periodistas y algunos legisladores. Es posible que Armando Vidal o Marcos Diskin no se hubieran molestado en escuchar a los quejosos por las fe de erratas o los 50 minutos tarde que empezó una sesión, y hasta tal vez lo hubieran tomado con cierto humor. Pero los cronistas de hoy, tan identificados con los intereses de sus patrones, repiten como loros las nimiedades de legisladores sin propuestas.
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