lunes, 29 de noviembre de 2010

La estupidez extraordinaria

Desde hace varios días que se viene repitiendo que el Senado sería convocado a sesiones extraordinarias. Lo notable es que se lo dice como si sólo la Cámara Alta pudiera serlo, con exclusión de la Cámara de Diputados.
La convocatoria a sesiones extraordinarias es para el Congreso, no para una cámara u otra. La única diferencia entre estas sesiones y las ordinarias es que quien fija el temario de los proyectos de ley (y sólo de los proyectos de ley) a considerar es el Poder Ejecutivo. Pero la actividad del Poder Legislativo no se reduce sólo a este tipo de proyectos, mal que les pese a quienes están haciendo la cuenta de cuántas leyes se sancionaron en 2010. Es decir que, por ejemplo, la Cámara de Diputados podría sesionar válidamente para considerar un proyecto de resolución por el cual se le pida informes al Poder Ejecutivo sobre los hechos de Formosa o sobre el informe que las universidades entregaron acerca del INDEC o un proyecto de declaración para repudiar al Departamento de Estado de EE.UU. que se interesó sobre la salud mental de la Presidenta.
Es obvio que si el eventual temario de proyectos de ley establecido por el Poder Ejecutivo sólo incluyera el del impuesto a los cigarrillos y acuerdos, el ojo público, en principio, se enfocaría en el Senado, hasta que los periodistas "descubrieran" que la Cámara de Diputados también tendría actividad.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Atroces e inocentes

La secuencia sería más o menos así: diputados oficialistas mantienen conversaciones con los de la oposición, ejerciendo el tan ansiado y democrático diálogo, y como producto de ese intercambio llegan a acuerdos, los que, como tales, debieron dejar satisfechos a ambas partes. La Presidenta, ajena hasta el momento, es informada de estas circunstancias. Fiel a su estilo patoteril, pone el grito en el cielo y cual coronel de caballería ordena que las cosas no se van a hacer de ese modo, sino como ella diga. Los diputados oficialistas no pueden sino aceptarlo, lo ponen (¿humillados?) en conocimiento de los de la oposición y estos últimos salen a denunciarlo ante la opinión pública. Aunque suene increíble, esta situación se repetiría una y otra y otra vez, siendo su ejemplo más reciente el tratamiento del presupuesto.


“Rompen los acuerdos”, repiten algunos cual mantra sin dar mayores precisiones. “Así no se puede negociar”, continúan. Pregunto: si es real que los diputados oficialistas son tan poco confiables y genuflexos, ¿por qué insisten en dialogar con ellos? ¿Para qué perder el tiempo? Los diputados opositores, ¿serán tan inocentes? ¿O es que esperan que los oficialistas, finalmente, vean la luz y actúen como verdaderos parlamentarios?

Ni hace falta aclarar que no tengo la menor idea de cómo se sucedieron las conversaciones, ni las del presupuesto ni ninguna otra. Tal vez haya habido ruptura de acuerdos, no digo que no. Pero como la información viene de los órganos de prensa de la oposición (Clarín, La Nación, Parlamentario, obvio) mis dudas son, por decir lo menos, enooooormes. Porque si la secuencia es como dije al principio, ¿no es ridículo que los pobres diputados opositores se sigan dejando engañar por los atroces diputados oficialistas?