sábado, 28 de noviembre de 2009

¿Negociaciones? ¡¡¡Ajjjjjjjjjjjjjjjjjjjj!!!

Con la firma de Laura Serra, La Nación anuncia a toda orquesta un acuerdo opositor para limitar al kirchnerismo en el Congreso, en particular en la Cámara de Diputados. Un acuerdo un poco extraño, ya que sus autores todavía no saben a ciencia cierta cuántos integrantes tendrá cada bloque, y mucho menos cuántos van a ser en total. Especulan, según se dice, que serán entre 135 y 138. Pero estos números son pour la gallerie, ya que hasta el momento sólo una treintena de diputados hizo pública su voluntad de formar bloque y eligieron Presidente (Felipe Solá). Cualquiera que hubiera llegado con certeza al número mágico de 129 (oficialismo u oposición), no hubiera dudado en plantar bandera.
Más adelante en la nota, su autora exhibe su eterna mal intención hacia el Congreso, al decir sobre la conformación de las comisiones: “El reglamento de la Cámara no es preciso sobre la manera en que debería ser resuelta la integración de las comisiones: aunque sugiere que debería respetarse la proporción de los bloques, lo deja librado a las negociaciones políticas”. Ya se sabe que estos periodistas, aunque se los supone conocedores de normas y mecanismos, suelen adoptar el lenguaje de Doña Rosa. Cuando en la calle se habla de “la política” (o de “negociaciones políticas”) casi invariablemente se hace referencia a algo sucio. La autora debería saber y decir que todo en el Congreso es en base a “negociaciones políticas”, que todo queda “librado a negociaciones políticas”. Es la base del funcionamiento de todo cuerpo parlamentario. Si la búsqueda del acuerdo no funciona, está el número. Hoy el número no está, por lo tanto… hay negociaciones. Así de sencillo.
En alguna entrada anterior ya se habló de la frasecita “en lo posible” que utilizan los reglamentos para la conformación de las comisiones, y de la imposibilidad de conseguirlo en un cuerpo altamente fragmentado como los actuales. Mientras no esté claro cuántos diputados hay en cada bloque, es imposible determinar cuántos lugares en las comisiones va a tener cada uno. Lo único claro es que el oficialismo, o, mejor dicho, los K químicamente puros no deberían tener la mayoría por sí mismos, pero sí la primera minoría de cada comisión. Los demás lugares son para todo el arco no oficialista, que en esta circunstancia no es lo mismo que decir “arco opositor”. Y si se dice “todo el arco no oficialista” se incluye también a aquellos que eventualmente podrían votar con el oficialismo. Una verdadera ensalada, como se ve. Imposible de desentrañarse en la sesión preparatoria del próximo jueves, como se ve. A nadie debería sorprenderle que, como en todas las renovaciones, se delegue en el Presidente de la Cámara la designación de los integrantes de las comisiones a propuesta de los bloques. Habrá fuegos de artificio, pero las negociaciones continuarán por un buen tiempo después del juramento del pomposamente denominado “Nuevo Congreso”.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Muchos postulantes, un resultado previsible

Aunque cada día parece más difícil, la única posibilidad que tiene el no oficialismo de poner a alguien “propio” en la Presidencia de la Cámara de Diputados es votar todos por el mismo candidato. Esto es así porque el reglamento dispone que tal elección es “a pluralidad de sufragios”. La elección de autoridades del cuerpo es una de las pocas votaciones que se hacen en las cámaras del Congreso que no es por “sí” o por “no”, es decir que podría haber múltiples postulantes. Si cada bloque va a votar por su candidato, ganará indefectiblemente el del oficialismo (¿asistiremos a una discusión acerca de si “pluralidad de sufragios” significa o no “simple pluralidad de sufragios”?). Y si hay más de dos, también.
Es claro que sería un golpe mediático importante, y la agenda de la cámara podría resultar marcada por tal circunstancia, siempre y cuando las presidencias de las comisiones importantes cambien de manos. Es claro que tendría un valor simbólico enorme, y podría ser el inicio del fin de la era “K”.
Pero lo más mediático, si se me permite la expresión, es el carácter de integrante de la “sucesión presidencial” del Presidente de la Cámara de Diputados, lo que está sobredimensionado, a veces hasta el paroxismo. Veamos.
Se suele diferenciar la acefalía del Poder Ejecutivo en transitoria y en definitiva. La primera se da, la mayoría de las veces, cuando el/la Presidente/a realiza un viaje al exterior. En este caso, el Vicepresidente ocupa su lugar por el tiempo que dure la ausencia. Si el vice estuviera impedido por cualquier circunstancia (podría estar de viaje también), le correspondería ejercer el Poder Ejecutivo al Presidente Provisional del Senado, y si éste no pudiera, recién en este caso lo haría el Presidente de la Cámara de Diputados. Pero es una circunstancia transitoria, y la práctica indica que lo único que hacen es “cuidar” el sillón. El Vicepresidente actual ejerció varias veces el Poder Ejecutivo, y no hubo ninguna crisis ni remoción de funcionarios ni nada que se le parezca. El único episodio que indicaría la desconfianza entre la Presidenta y su vice fue la promulgación express del proyecto de Ley de Medios Audiovisuales, dado el inminente viaje de ella, y la asunción transitoria de él.
Es decir que por el lado de la acefalía transitoria, poco es lo que un Presidente de la Cámara de Diputados opositor podría influir.
Para el caso de la permanente, y a falta de Vicepresidente, la única función tanto del Presidente Provisional del Senado como el de la Cámara de Diputados es citar a la Asamblea Legislativa en un plazo brevísimo para que sea este cuerpo el que designe al funcionario que cumpliría con el mandato inconcluso (un gobernador, un senador, un diputado o el Presidente electo, si lo hubiere), además de, otra vez, cuidar el sillón hasta que la decisión se produzca.
Por lo anterior, en mi opinión es poco apropiado que se le asigne una gran importancia al cambio de manos de la Cámara de Diputados desde el punto de vista de la sucesión presidencial. Sí, por supuesto, tiene peso en cuanto a quién es más fuerte. En términos de “señales” que tanto les gustan al periodismo, sería un gran cartelón, pero también, tal vez, un papelón.

lunes, 9 de noviembre de 2009

"¿Vos sos pera? ¿O manzana? ¿O sandía? ¿O uva? ¿O...?"

En Página/12 de hoy, se publican un par de notas sobre la futura composición de las comisiones a partir del 10 de diciembre (aquí y aquí). Como ya dije, al periodismo se le dice cuál es la posición de máxima en este asunto. (Recordemos que, en cualquier negociación, uno tiene una aspiración máxima, que es la que se expone en primer lugar, y una de mínima, que queda convenientemente en reserva. En teoría cualquier punto intermedio nos debería satisfacer. El ejemplo básico es la venta de nuestro departamento, casa, auto, computadora, heladera, etc.: pedimos X pesos, sabiendo que esa cantidad no la van a pagar, y terminamos arreglando por algo menos, que es aproximadamente el valor que suponemos tiene el bien que queríamos vender. Aunque simplista, este es el esquema de los chisporroteos que se están dando.)
Los reglamentos de ambas cámaras del Congreso disponen que las comisiones reflejarán la composición política del cuerpo, dentro de lo posible (artículo 105, de Diputados; y el 91, del Senado). La clave está en la frase “en lo posible” que utilizan ambas normas. Si sólo hubieran dos, tres, cuatro bloques, no habría dificultad en reflejar su proporción en las comisiones. Pero con cerca de cuarenta en diputados y más de veinte en el Senado, es directamente imposible. Si cerca de la mitad de estos bloques son unipersonales, ¿cómo hacer para que cada uno de ellos tenga algún lugar en las comisiones?
Es muy pronto todavía para saber cómo va a ser la composición de ambas cámaras a partir del 10 de diciembre. Lo único que tenemos, a lo sumo, son números aproximados. La dificultad está precisamente en saber cómo se van a dar los reacomodamientos entre los bloques. Cada uno tendrá una idea más o menos certera de cuántos legisladores “propios” tendrá, pero nadie lo sabe con seguridad. El oficialismo podrá aspirar a mantener la mayoría en las comisiones sumando aliados. Al no oficialismo le aguarda una tarea ímproba: por un lado, verificar que el FPV no se lleve esa mayoría por sí solo, pero por otro que los aliados al oficialismo no le copen los lugares. Si insiste con la proporción 60-40, si insiste con esta visión simplista del asunto, se va a llevar más de una sorpresa…