Con la firma de Laura Serra, La Nación anuncia a toda orquesta un acuerdo opositor para limitar al kirchnerismo en el Congreso, en particular en la Cámara de Diputados. Un acuerdo un poco extraño, ya que sus autores todavía no saben a ciencia cierta cuántos integrantes tendrá cada bloque, y mucho menos cuántos van a ser en total. Especulan, según se dice, que serán entre 135 y 138. Pero estos números son pour la gallerie, ya que hasta el momento sólo una treintena de diputados hizo pública su voluntad de formar bloque y eligieron Presidente (Felipe Solá). Cualquiera que hubiera llegado con certeza al número mágico de 129 (oficialismo u oposición), no hubiera dudado en plantar bandera.
Más adelante en la nota, su autora exhibe su eterna mal intención hacia el Congreso, al decir sobre la conformación de las comisiones: “El reglamento de la Cámara no es preciso sobre la manera en que debería ser resuelta la integración de las comisiones: aunque sugiere que debería respetarse la proporción de los bloques, lo deja librado a las negociaciones políticas”. Ya se sabe que estos periodistas, aunque se los supone conocedores de normas y mecanismos, suelen adoptar el lenguaje de Doña Rosa. Cuando en la calle se habla de “la política” (o de “negociaciones políticas”) casi invariablemente se hace referencia a algo sucio. La autora debería saber y decir que todo en el Congreso es en base a “negociaciones políticas”, que todo queda “librado a negociaciones políticas”. Es la base del funcionamiento de todo cuerpo parlamentario. Si la búsqueda del acuerdo no funciona, está el número. Hoy el número no está, por lo tanto… hay negociaciones. Así de sencillo.
En alguna entrada anterior ya se habló de la frasecita “en lo posible” que utilizan los reglamentos para la conformación de las comisiones, y de la imposibilidad de conseguirlo en un cuerpo altamente fragmentado como los actuales. Mientras no esté claro cuántos diputados hay en cada bloque, es imposible determinar cuántos lugares en las comisiones va a tener cada uno. Lo único claro es que el oficialismo, o, mejor dicho, los K químicamente puros no deberían tener la mayoría por sí mismos, pero sí la primera minoría de cada comisión. Los demás lugares son para todo el arco no oficialista, que en esta circunstancia no es lo mismo que decir “arco opositor”. Y si se dice “todo el arco no oficialista” se incluye también a aquellos que eventualmente podrían votar con el oficialismo. Una verdadera ensalada, como se ve. Imposible de desentrañarse en la sesión preparatoria del próximo jueves, como se ve. A nadie debería sorprenderle que, como en todas las renovaciones, se delegue en el Presidente de la Cámara la designación de los integrantes de las comisiones a propuesta de los bloques. Habrá fuegos de artificio, pero las negociaciones continuarán por un buen tiempo después del juramento del pomposamente denominado “Nuevo Congreso”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario