Guardando la debida discreción, tuve la oportunidad de saber de algunos asesores de diputados de la oposición que trabajaron intensa y profundamente en el análisis del proyecto de ley de medios audiovisuales. A raíz de este estudio, estuvieron en condiciones de proponer a sus respectivos legisladores diversas modificaciones o de señalarles asuntos perfectibles y/o a discutir. Dada la mecánica de tratamiento del proyecto, quedaron con la sensación de que fue un esfuerzo desperdiciado. Es que ese tipo de trabajo fino no se puede aprovechar en un ámbito de discusión como se dio en el plenario de las tres comisiones de esta semana: más de cien diputados reunidos es contrario a cualquier intuición que se tenga de la labor en comisión de los cuerpos parlamentarios.
La disección del proyecto se dio en otro espacio, como no podía ser de otra manera casi podría decir. Prueba de ello, es el acuerdo que el oficialismo alcanzó con algunos de los bloques de la Cámara de Diputados, cuyo resultado fue la aprobación de la iniciativa con muchas modificaciones respecto del original. Hubo reuniones obviamente previas entre el oficialismo y algunos bloques (¿todos los que quisieron participar?) en las que negociaron y acordaron como se hace en cualquier cuerpo parlamentario. Y llegaron al plenario de las comisiones con un texto que llevó varias horas de lectura. Pero hubo bloques que quedaron al margen (¿o que se automarginaron?), con lo cual sus propuestas, de tenerlas, no pudieron incorporarse. Que es lo que sucedió con el trabajo de aquellos asesores a los que me refería al inicio. Me queda la duda, entonces, sobre qué sucedió en realidad. ¿Hubo acercamientos? ¿Se intentaron, por lo menos? ¿De qué lado vino el rechazo? En definitiva, la cocina parlamentaria, ¿dónde está?
Es posible, en teoría, suponer que las comisiones no hubieran sido un espacio de declamación de haberse trabajado en la forma habitual: reuniones de asesores de cada comisión por separado, “elevación” a los plenarios de cada una de ellas, análisis y eventualmente dictamen en el ámbito de competencia de cada una y despacho final. Esta mecánica, para el oficialismo, no era viable, presumiblemente para no darle oportunidad al lobby a actuar con toda su fuerza.
En este marco, es francamente politiquera la “discusión” acerca de cuántas comisiones deberían intervenir en el Senado: si se quiere, aunque más no sea, que estén dadas las condiciones para un intercambio adecuado, es claro que el mayor número es contrario a ello, así como las especulaciones sobre una hipotética dilación en el envío de la comunicación de la sanción de Diputados para que el Vicepresidente no pueda incidir. Tampoco es posible suponer que el envío a pocas comisiones es con el objeto de debatir ampliamente. Pero de este modo, el oficialismo tendría menos excusas para buscar exhaustivamente el consenso en un proyecto de la mayor importancia.
De nada.
2 comentarios:
¿Y el tratamient de la privatización de Entel - Gas del Estado?
¿Cómo habrá sido?
Es claro que los que se opusieron objetando cuestiones de procedimiento (cuando el plenario del organismo puede apartarse de él si así lo quiere) lo hicieron porque, simplemente, no quieren ninguna nueva ley. Sólo defienden a las corporaciones, quizás esperando (absurdamente) recibir algún tipo de recompensa mediática.
Partiendo de esa base, es imposible que el trabajo de los especialistas tenga objeto.
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