miércoles, 16 de septiembre de 2009

Un caramelo Media Hora, y me voy

Hace más de veinte años atrás —posiblemente en el ’84 o el ‘85—, el Presidente de la Cámara de Diputados de aquel entonces, Juan Carlos Pugliese, se enojó con los todos los diputados por los eternos retrasos en el inicio de las sesiones, y anunció que no habría fuerza humana capaz de impedir que no levante la sesión luego de pasada la media hora de tolerancia. Y así lo cumplió… dos o tres veces. Resultaba obvio para los protagonistas, incluso para él mismo, que tal decisión era insostenible en el tiempo, porque, entre otras cosas, se negocia hasta el último minuto posible.
Esas dos o tres veces habrán sido las únicas en que la sesión se levantó por falta de quórum a la media hora del horario previsto inicialmente, sin contar, claro, todas aquellas sesiones especiales requeridas por la oposición de todos los tiempos que, desde el inicio, era sabido que no conseguirían el número.
Que las sesiones no empiezan en el horario previsto es una práctica tan conocida que decir que la de hoy es nula o inconstitucional o ilegítima es triste (casi tanto como el tratamiento express al proyecto sobre los medios). Y todos los involucrados lo saben, incluso los cronistas parlamentarios. Pero, se sabe, últimamente repiten lo que a algunos dueños de empresas periodísticas les gusta escuchar, sin posibilidad, aparentemente, de analizarlo críticamente.

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