Desde que empezó el 2009, el Congreso estuvo casi ausente de los medios. Obvio: estamos en receso parlamentario, al que se sumó un receso administrativo que, en parte, se terminó el miércoles.
Sin embargo, el “ausentismo” del Congreso no fue total. Hace unas semanas, se publicó en Perfil una nota sobre lo vacío que está el Congreso en enero (¡gracias Javier!). Desde hace unos años en este mes se le hace tomar sus vacaciones a todo el personal de todas las áreas y sectores. Podría decirse que es una medida para ahorrar recursos (menos luz, menos teléfono, menos infusiones, etc.). Se le dio “marco institucional” a la marcada inactividad que solían exhibir tanto la Cámara de Diputados como el Senado durante el primer mes del año.
La nota en sí misma dice muy poco, pero como bien me señala Javier está acompañada por una buena cantidad de comentarios fascistas de los lectores. Pueden ser resumidos con el cierre del Congreso. Hasta pareciera que el artículo es casi una invitación para este tipo de expresiones. Pero, por otro lado, los parlamentarios hacen muy poco para evitarlos.
Tomemos como ejemplo el requerimiento de la oposición para que la Presidenta convoque a sesiones extraordinarias con el objeto de considerar asuntos relacionados con la crisis internacional y la sequía.
Desde siempre se discute en ámbitos académicos si el Congreso puede o no autoconvocarse. Como aquí no es el lugar para esta polémica, vamos a dar por sentado que las cosas se dan como son en la práctica, es decir que las cámaras deben esperar a la decisión del Poder Ejecutivo. Al día de hoy, no se sabe si la va a tomar, ni hay legisladores oficialistas que las requieran públicamente.
¿Lo único que queda por hacer son conferencias de prensa?
Como ya repetimos varias veces, lo usual es que diputados y senadores no oficialistas esperen y/o presionen mediáticamente para que se tome alguna determinación. Pero, como ya repetimos varias veces, estos no son tiempos usuales. Los reglamentos de ambas cámaras (art. 95 del Senado, y art. 106 de Diputados) autorizan a las comisiones a reunirse y discutir, sin dictaminar, durante el receso. Los cronistas parlamentarios deberían saberlo.
¿Cuándo van a preguntar sobre los medios alternativos que los reglamentos les brindan a los legisladores para ponerse a trabajar?
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