lunes, 4 de mayo de 2009

¿Nos juntamos un día de estos?

Hace un tiempo atrás, un conocido me decía “hay veces que por más que uno lo intente, el Congreso es indefendible”. Él se refería, justamente, a estos períodos de inactividad que se dan casi por cualquier motivo. Si no recuerdo mal, aquella ocasión era en los días post “voto-no-positivo” y su tendal de heridos. Hoy estamos ante un panorama similar, pero con un pronóstico algo más reservado.

Las dos cámaras del Congreso presentan un paisaje solitario. Obvio es decirlo, la campaña electoral, aún no formalmente abierta, es la “culpable” de la situación. En el sitio parlamentario.com se da cuenta de esta circunstancia, ya que contabiliza la cantidad de sesiones que se celebraron en lo que va del período ordinario 2009, es decir desde el 1º de marzo.

Lástima que el autor de la nota no haya tomado en cuenta una regla tan vieja como simple, como la que dice “no se deben comparar peras con manzanas”. Es que la base que toma son los dos primeros meses del período ordinario de 2008, año no electoral, momento pre “voto-no-positivo”. Desde todo punto de vista, no son comparables estos dos lapsos.

Para que tenga cierta utilidad, habría que tomar un año electoral en el que sólo hubiera elecciones legislativas. Por este motivo, el 2007 no serviría porque hubo elección presidencial.

Propongo, entonces, que se compare este año 2009 con su “similar” 2005. Y lo pongo entre comillas porque, aunque no fue el caso, puede haber alguna dispersión en cuanto a las elecciones para cargos provinciales. Además, claro, de todas las otras cuestiones de actualidad que se quieran agregar.

En 2005, las elecciones nacionales se celebraron el 23 de octubre. Como es de presumir, antes de esa fecha, la actividad fue limitada. De hecho, la última sesión “en serio” de la Cámara de Diputados se realizó el 7 de septiembre. Con posterioridad, hubo algunos intentos frustrados, pero se debe señalar que el 28 de septiembre la cámara se reunió para aprobar sin discusión un proyecto que había estado muy conversado. Después de las elecciones, no hubo sesión hasta el 28 de noviembre…

En el Senado las cosas fueron algo distintas. Es evidente que es más sencillo juntar 37 personas que 129 (el quórum de cada cámara): hubo sesión el 7, el 21 y  el 28 de septiembre. Además, estaban en el medio del juicio político al juez de la Corte Suprema Antonio Boggiano. En octubre no sesionaron, y retomaron su actividad el 2 de noviembre.

Aunque no demuestre nada en cuanto a la calidad legislativa, este pequeño ejercicio sirve para ver que siempre es lo mismo. Tal vez no sea justificable, pero se debe tener en cuenta que los parlamentarios son políticos, y parte de su trabajo es ganar elecciones, y colaborar con su partido para que las ganen. ¿Son incompatibles las tareas en las cámaras con las campañas? Los hechos parecieran demostrar que sí.

Por otra parte, y dependiendo de la conveniencia de cada uno, se señala lo inoportuno de introducir temas en la agenda parlamentaria en el medio de una campaña… Palos porque bogas, y palos porque no bogas…

La cantidad de sesiones es un parámetro poco valioso si se lo toma aisladamente. Hay que hacer un combo mucho más amplio para medir lo que hace el Congreso, o lo que deja de hacer. Hay muchísimas variables. Tantas, que los amigos estadísticos deben tener dificultades para acordar cuáles serían y qué valor tienen, como para encarar un análisis global de la cuestión. El blog de Ernesto Calvo podría ser consultado con provecho, me imagino, como para empezar. Aunque no por nuestros periodistas de cabotaje.

Es difícil defender al Congreso. Es mucho más fácil criticarlo porque presenta miles de flancos para ello. Por lamentable que parezca, hay que plantear el tema en términos de ataque-defensa. Es que todos los actores, aun aquellos que pretenden presentarse como asépticos analistas, están en el juego de la, ahora de moda, política agonal… En fin…

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