martes, 6 de enero de 2009

Legisladores verdes no ambientalistas

En La Nación de hoy se publica una nota de Eduardo Duhalde en la que saluda alborozado la posibilidad de que la dirigencia rural participe en las próximas elecciones legislativas de todos los niveles (nacional, provincial y municipal). Me parece que se podría compartir su alegría. Y hasta se podría compartir sus razones, si se pudiera tomar como cierto que su fundamento es que “el campo necesita innovar en el terreno político. Se impone así superar la lucha efervescente de la primera etapa del conflicto por una nueva etapa de trabajo arduo y en paz, ya no a la vera de las rutas sino en las bancas del Congreso”. Pero tengo mis dudas de que el ex Presidente opine de esta manera sólo con ánimo de institucionalidad. No vayamos más allá en esto.
Duhalde habla de “un fuerte bloque legislativo, compuesto por decenas de integrantes” que se encargue de la defensa de un amplio abanico de asuntos (economías regionales, federalismo), a lo que se podría agregar, por supuesto, la formulación de políticas para el sector. Pero esta vez a la vista de todo el mundo, y no entre cuatro paredes como en las frustradas reuniones con funcionarios del Poder Ejecutivo. Aquí está la “pequeña diferencia” de participar o no en la lucha por las bancas. Los congresos son “casas de vidrio” en lo que todo está a la vista, o, por lo menos, es poco lo que se puede esconder. La formulación de políticas legislativas requiere de documentos escritos y públicos en los que van a quedar asentados para la posteridad los intereses involucrados, así como los que se resignen en pos de conseguir su aprobación. Y, obvio, esta formulación requiere de una posición activa en esto de generar planes para “el campo”, y no sólo de reclamar que el Gobierno se haga cargo de sus problemas.
Pero hay otra pequeña cuestión: los dirigentes rurales que resulten electos van a tener que participar y decidir en infinidad de asuntos, y no sólo de las cuestiones agropecuarias. Tienen que ir sabiendo que no todos van a poder integrar las comisiones de agricultura y ganadería de la Cámara de Diputados o del Senado. Y si de verdad van a ser “decenas de integrantes”, aunque diferenciados ideológicamente como también se sugiere en la nota, van a poder reclamar su lugar en todas y cada una de las comisiones (Asuntos Constitucionales, Turismo, Industria, Previsión y Seguridad Social, Juicio Político, por nombrar algunas). Como no toda decisión puede estar “teñida de verde”, ¿qué van a hacer? ¿Se van a abstener? Este es uno de los problemas de plantear representaciones sectoriales. No todo lo que se discute tiene que ver con la fracción de uno, pero el voto es necesario.
La vida del parlamentario está llena de frustraciones, más aún si se es opositor. Esto es otra cosa que tienen que ir sabiendo. Gran parte del tiempo van a pasar discutiendo de mil cosas con, tal vez, poco provecho, preguntándose cuándo se van a ocupar de lo que de verdad les interesa. Esperemos que aprendan a no entrar en la dinámica del no oficialismo actual…

viernes, 2 de enero de 2009

El juego del desprestigio

La Nación de hoy levanta un artículo de Rosendo Fraga, publicado en el sitio de Nueva Mayoría. Luego de analizar cómo votaron los senadores en los proyectos de ley sobre el nuevo régimen previsional y el plan anticrisis termina diciendo: “La conclusión es clara: mientras el ciudadano sea indiferente a cómo votan sus legisladores, estos pueden llegar aun a votar contra el interés provincial porque no pagan costo político con ello. Sólo si el voto funciona como un lógico sistema de premios y castigos, de acuerdo a como han votado los legisladores en la visión de los votantes, el Congreso recuperará el rol y el prestigio que debe tener”.
La verdad que bien podría haberse ahorrado el estudio previo para llegar a una síntesis tan obvia. Más aun si se tiene en cuenta que las premisas que utiliza de tan equivocadas son hasta sospechosas.
La tesis principal es que los senadores representan a las provincias. RF no lo dice directamente, pero el articulista que levantó el estudio para el diario lo hace con toda claridad, contundencia e ignorancia. Como corresponde. Como siempre.
Es verdad que es un lugar común pensar a los diputados como representantes del pueblo, y a los senadores como los de las provincias. Pero se supone que RF y La Nación están para algo más y tienen más preparación que para seguir alimentando los lugares comunes.
Cuando uno estudia (apenas) un poco la cuestión de la representación de diputados y senadores surgen pocos elementos que sustenten esta visión más acorde con una confederación, los que estaban presentes aún antes de la reforma de 1994, y la elección directa de los miembros de la Cámara Alta. Por ejemplo, que no hay ninguna norma constitucional que imponga a los senadores de una misma provincia a votar como bloque en el mismo sentido. Los senadores no son sólo embajadores de las provincias. Son legisladores en un sistema bicameral, que tiene su origen en la búsqueda de diversos equilibrios entre distintas necesidades.
En el ajedrez de los intereses provinciales y los intereses federales, tanto a senadores como a diputados les toca mover las piezas. De otro modo, no se entendería (o, tal vez, se debería criticar) a los diputados que se basan en los intereses provinciales para tomar alguna decisión.
La conclusión es clara: para fomentar el desprestigio del Congreso se puede usar cualquier argumento, sin importar si es apropiado o no.

Actualización: como buenos hermanitos, y jugando el mismo juego, Crítica reproduce el artículo, con un título más apropiado de Crónica: "La mayoría de los senadores boicoteó a sus provincias con la ley de AFJP". En fin...