viernes, 20 de febrero de 2009

Ultras, híper, megas: los superlativos ya no alcanzan

Todos los años las cámaras del Congreso eligen a su mesa directiva: Presidente y vices (Presidente Provisional, en el caso del Senado). Hablar de “mesa directiva” es un poco exagerado porque la única atribución de los vicepresidentes es reemplazar al Presidente en caso de ausencia. En la Cámara de Diputados, junto a los presidentes de los bloques y el Presidente del Cuerpo, integran también la Comisión de Labor Parlamentaria, que es la encargada de formular el temario de cada sesión.
En definitiva, los vicepresidentes de las cámaras tendrán las tareas que su propio peso político le permitan, porque formalmente son bastante pocas.
La edad de la inocencia terminó hace tiempo. La edad de creer en un sistema de separación de poderes absoluto, sin ningún tipo de influencia entre unos y otros tal vez ni siquiera haya empezado.
A nadie puede sorprender que los bloques oficialistas de las cámaras estén en consulta permanente con el Poder Ejecutivo. Del mismo modo que los bloques no oficialistas construyen sus decisiones junto con las autoridades de cada partido, en caso de pertenecer a uno más o menos estructurado. “Consulta” no es lo mismo que sumisión, obvio es decirlo. Y los señalados no son los únicos ámbitos a los que los legisladores recurren para adoptar sus posturas: gobernadores, grupos de interés, ONGs, sindicatos, cámaras empresarias, etc., etc., etc. Esto es justamente lo que hace un mecanismo de deliberaciones.
La Nación de hoy va un poco más allá. Directamente afirma que es el Poder Ejecutivo el que arma la mesa directiva del Senado (¿por qué no la de Diputados?). Si es verdad que los cargos de vicepresidente tienen una relevancia relativa, ¿ameritan una reunión del Presidente del bloque oficialista con la Presidenta de la Nación para definirlos? Es posible que tengan algunos temas algo más importantes para tratar…
El artículo arma una comedia de enredos: una senadora por Santa Cruz que iba a ocupar un cargo (¿por decisión de quién?), quien es aparentemente resistida por el bloque; un senador con un acto de rebeldía, pero maquiavélico al “permitir” a una colega de provincia y bancada votar en sentido contrario, lo que le permite acceder al “premio” de una vicepresidencia dejada vacante por un rebelde-rebelde. En fin, parecen datos aislados que se los junta y se los arma para cerrar en una historia propia de cortesanos, lo que, casualmente, es coincidente con la línea editorial del diario. Así estamos.

jueves, 12 de febrero de 2009

Receso, paredón, ¿y después?

Todo parece indicar que el Congreso va a tener que esperar al 1º de marzo para reanudar sus actividades.
Recordemos que el año parlamentario tiene un período de sesiones ordinarias que, desde 1994, arranca en esa fecha y se extiende hasta el 30 de noviembre. Para los otros tres meses el menú de opciones puede ser la prórroga de sesiones ordinarias por el lapso que se considere y/o la convocatoria a sesiones extraordinarias. La diferencia entre una y otra opción es la posibilidad que tendría el Poder Ejecutivo de controlar la agenda del Poder Legislativo exclusivamente en lo que se refiere a los proyectos de ley.
El período 2008/2009 parece ser, a primera vista, inusual: hubo prórroga en diciembre, y enero y febrero son oficialmente de receso parlamentario. De acuerdo a una investigación de Guillermo Molinelli publicada en 1986 en la Revista de Derecho Parlamentario, en el siglo XIX lo usual era justamente esto: se prorrogaban las sesiones por varios meses, y no había extraordinarias. Se debe hacer notar que antes de la reforma de 1994, el período ordinario corría entre el 1º de mayo y el 30 de septiembre, por lo que el Congreso podría tener siete meses completos de inactividad (Molinelli señala que esto se dio en ocho oportunidades). Durante el siglo XX, los presidentes parecieron “descubrir” esa posibilidad de manejar la agenda del Poder Legislativo, por lo que lo común era la convocatoria a extraordinarias sin prórroga de las ordinarias.
Estos veinticinco años de funcionamiento ininterrumpido del Poder Legislativo parecen haber formado la imagen de un Congreso que permanece "abierto", haya sesiones o no en forma efectiva. Aunque no sorprendió a muchos que en enero no haya habido actividad, que transcurra febrero de esta manera es signo del fin de los tiempos.
Es verdad que el período de receso tiene una tendencia marcada a su acortamiento. Hoy por hoy, la visión es exactamente la contraria a la que, por ejemplo, tenía Locke, uno de los padres de la idea de la división de poderes. Para este autor era hasta peligroso que los legisladores estuvieran reunidos en forma permanente. La aprobación de la ley llevaba relativamente poco tiempo, y era necesario observar cómo se desenvolvía en el tiempo. En nuestro caso, el receso parlamentario cada vez se parece más a la/s feria/s judicial/es. Aunque con creciente grado de dificultad, se acepta más que los jueces tomen sus vacaciones masivamente en enero y julio a que lo hagan los legisladores, siendo que unos y otros son igualmente empleados del Estado, en cierto modo. (Sí, sí, tienen funciones bien distintas…) Pero a los parlamentarios se les agrega una exigencia más: la necesidad de que ocupen en algo útil el lapso de inactividad. Ramón Columba, en El Congreso que yo he visto, recuerda con admiración el viaje que Alfredo Palacios realizó junto con otros senadores al Norte Argentino “en su afán de conocer la situación afligente de la población infantil” durante “las vacaciones parlamentarias de 1936” (pág. 150). En otras latitudes, sucede algo parecido. Fijarse en esto y en esto.
Podría ser interesante retomar la idea del “período de observación” de Locke. La exigencia de la actividad constante, del “hacer, hacer, hacer”, no deja lugar para la reflexión. Sí, ya sé, la imagen es justamente la contraria a “hacer, hacer, hacer”. Aunque a veces parece ajustada a la realidad, las más de las veces está maliciosamente exagerada. Y como a todo se lo considera urgente desde hace años, no hay forma de justificar la pausa.
Con un Congreso ausente de los medios, algunos recurren a generar hechos políticos para la tribuna (La Nación de hoy). Los otros difícilmente estén reflexionando. Mientras tanto, se estarán preparando terribles artículos para ser publicados en los diarios sobre este ¿inusual? mes de febrero. Vaya este pequeño aporte como referencia para la lectura de esas “noticias”

viernes, 6 de febrero de 2009

A trabajar en el receso

Desde que empezó el 2009, el Congreso estuvo casi ausente de los medios. Obvio: estamos en receso parlamentario, al que se sumó un receso administrativo que, en parte, se terminó el miércoles.
Sin embargo, el “ausentismo” del Congreso no fue total. Hace unas semanas, se publicó en Perfil una nota sobre lo vacío que está el Congreso en enero (¡gracias Javier!). Desde hace unos años en este mes se le hace tomar sus vacaciones a todo el personal de todas las áreas y sectores. Podría decirse que es una medida para ahorrar recursos (menos luz, menos teléfono, menos infusiones, etc.). Se le dio “marco institucional” a la marcada inactividad que solían exhibir tanto la Cámara de Diputados como el Senado durante el primer mes del año.
La nota en sí misma dice muy poco, pero como bien me señala Javier está acompañada por una buena cantidad de comentarios fascistas de los lectores. Pueden ser resumidos con el cierre del Congreso. Hasta pareciera que el artículo es casi una invitación para este tipo de expresiones. Pero, por otro lado, los parlamentarios hacen muy poco para evitarlos.
Tomemos como ejemplo el requerimiento de la oposición para que la Presidenta convoque a sesiones extraordinarias con el objeto de considerar asuntos relacionados con la crisis internacional y la sequía.
Desde siempre se discute en ámbitos académicos si el Congreso puede o no autoconvocarse. Como aquí no es el lugar para esta polémica, vamos a dar por sentado que las cosas se dan como son en la práctica, es decir que las cámaras deben esperar a la decisión del Poder Ejecutivo. Al día de hoy, no se sabe si la va a tomar, ni hay legisladores oficialistas que las requieran públicamente.
¿Lo único que queda por hacer son conferencias de prensa?
Como ya repetimos varias veces, lo usual es que diputados y senadores no oficialistas esperen y/o presionen mediáticamente para que se tome alguna determinación. Pero, como ya repetimos varias veces, estos no son tiempos usuales. Los reglamentos de ambas cámaras (art. 95 del Senado, y art. 106 de Diputados) autorizan a las comisiones a reunirse y discutir, sin dictaminar, durante el receso. Los cronistas parlamentarios deberían saberlo.
¿Cuándo van a preguntar sobre los medios alternativos que los reglamentos les brindan a los legisladores para ponerse a trabajar?